lunes, 22 de octubre de 2007

POEMA DE LOS TRES CIELOS


NOCHE

Cuento persa,
amante de amantes.
Infinitud de los confines
de las débiles esperanzas
de los hombres.

Candela de nube ancha
y veladora de las estaciones
apuñaladas a cuchilladas.

¡Cómo luces cuando te apagas!
¡Qué estruendo de silencios
rompes en las praderas
de la plenitud planetaria!

Eres un regalo del matrimonio
de cuna de los montes
entre los que te hallas
y te apareces.

Lábil, etéreo,
siempre me arrastras,
me das muerte,
y me elevas
hasta tus tacones
bajo cada madrugada
cuajada de malvas.

LA MAR

Vereda de zafiros,
marinera de rios y plenilunios,
-y de patrona de lunas lisas-,
de lirios y saetas carreteadas
sobre tus senos de burbujas.

Amo tu atril de altibajos
y tu eco plácido y resonante
que se apacigua y remansa
en nuestra memoria.

También tu parra de corales
y de crestas de caracolas
cuando agitan tus bosques sepultados.

Me acuerdo, y no me olvido,
ya siendo niño,
del reflejo de mis manos,
y de mis yemas,
sobre tus tallos de ondas cristalinas
que se perdían entre los ojos
de mis queridas piedras lunares.

TIERRA

Parcelita, roturada de cascotes
y de civilizaciones.
No beses la guadaña
del verdugo de las ocho horas
que nos mata cada hombro
en cada noche.

Enséñale tus dientes de siembra
y tus olivares mancos.
Recoge tus encantos
y alza tu mano desposada,
donde bajo su cobijo,
se rinden los reyes y los pobres.
Y todos cuantos somos,
te hoyamos
y te habitamos.

viernes, 5 de octubre de 2007

Sueño Amarrado


A veces no sé qué decir
Y callo, callo, callo,
Hasta morderme mis huesos.

Pronto recibo otra mirada
Y levanto mis ojos,
Y, entre ellos, la mía.

Calzo el vestido de la noche ciega
Con su rebaño de escombros
Y su mugido de campo elevado y virgen de otoño.

Ahora tuerzo el gesto
Y prendo la llama de mis manos.
Encuentro el vacío
Y el coraje de mis huecos.
No sé cómo llenarlos
Porque no me ensañaste
A seguir sobre mis pasos.

¡Ya, ya,ya!, ¡ahora mismo!
Que se maten la luz y las estrellas
Y vuelvan a mí los remos del capitolio
Y la pataleta de los planetas.

VIDA



Un día sientes
Que el tajo de la navaja
Está detrás de tu alma
Y no quiere hacerse viva
Pero vibra y reluce de dolor.

En ese instante
Los pueblos del camino duermen
Alojados en sus balcones.
Y uno perece,
Tendido, y para siempre,
Con su corazón sincero y abierto.

Después viene el entierro,
Y el luto de mil colores,
Todos menos el negro,
Porque la pena
Murió ya en sus adentros.

La espera tardía es triste,
Y descorazonadora,
Porque tiende la mano
Sin tensarse de punta a punta,
Calmada,
Y sin esperanza.

Cuando el cuerpo brota
Otra vez de la tierra,
El infinito es nuestro,
Y nuestra juventud
Otro largo caminar.

Viene, entonces, el ramaje de la luna,
Y el cabello de caracolas
Y el azúcar de las olas
A mecernos y acunarnos en su orilla
De parte a parte.

El niño se hizo joven
Y éste con sus sueños vive
Y a él le dan muerte.
Crece y se desvanece
En el cáliz rociado de caminos,
Con sus amores y sus destinos
Plagados y paridos de luces.

Y, aunque madura, la espera permanece,
Y se agiganta
Con el eco de las sombras que perdió
Y un beso que guardaba en su lista
Y nunca dio.

CANTO AL SILENCIO II



Vosotras, antiquísimas,
Costado abrasador de pómulos
Y carcoma de venas y arterias,
Espectadoras del anfiteatro de mejillas,
Ruborosas de la candidez de la sonrisa desnuda
Y espontánea.

Jinetes de los establos
En el estallido de silencios.
Id, id, id
Con vuestra alegría de rodajas
A cabalgar sobre el desierto empapado
Y el gris tomo del horizonte perdido,
Estallado y adherido a otra piel sin potros.

Abrasad los pliegues
De los desamparados,
Sus bolsillos de lana
Y sus costuras de hilo fino.
Y la lumbre de los vencidos.

Que yo quiero coronar
Los meses de abril perdidos
Y los orondos otoños
Con mis pertrechos
Y vuestra lejanía transparente,
Cadente y envolvente,
Besante del recio tono.

CANTO AL SILENCIO I



Lágrimas, fugitivas hijas del alma.
Son las balas alojadas
En nuestro entrepecho,
El metal de luna,
La hojalata del cielo.

Sois los resbaladizos canales
De nuestros poros apurados.
Los penales de pena abiertos,
Y mudados,
La sangre de nuestro
Corazón silencioso.

Yo quiero una lágrima dulce
De este mar embravecido
Y bravucón,
Pero sin la presencia
De la extraña pareja,
Y deslucida,
Bruñida con el temple
Del viviente músculo quebrantado.

Lágrimas, salados andares descalzos
Por nuestro lomo y vientre de amargura.
A veces, caprichosas,
Acaso juguetonas y pueriles,
Siempre huidizas, temerosas, retenidas.
Fugitivas.

Tempranas y maduras
De nuestro nogal orgánico,
Sobre el cuenco de pupilas,
Y la media noche de limones,
Retenidas, temerosas, huidizas:
Siempre fugitivas.