sábado, 26 de enero de 2008

TARDE DE LLUVIA


Te asustas,
te asustas de tu loca boca muda,
te asustas de tu loca boca muda
doliente de palabras,
te asustas de tu loca boca muda
doliente de palabras afiladas
que me acuchillan cada alba poblada
de azules.


Te vas,
te vas siguiendo otras bocanadas,
te vas siguiendo otras bocanadas
que tú recibistes cerrada,
te vas siguiendo otras bocanadas
que tú recibistes cerrada
y calladamente aturdidas.


jueves, 24 de enero de 2008

ROSA NEGRA


Llegará el momento
en el que tenga
que inventariar todo
lo que inventamos.

Decirme que todo se fue,
que todo arraigó lejano:
que se fue balando
y se perdió con el baile
y con la noche
entre la constelación
de las tres luces hueras.

Los recuerdos se desprenden
como la flor apunto de parir,
como la rosa negra
recogiendo sus propios pétalos.

Caen, nos arrastran, nos limitan,
nunca cesan de reprobrarnos
que allí estuvimos,
que allí estarán ellos,
aunque no estemos presentes,
y algún día nos obligarán
a acudir a su cosecha.

EL ENCUENTRO


Me pregunto si el destino
volverá a ponernos
uno frente al otro,
arrebatándonos con fiereza
-con el hurto más noble-
las sonrisa que otras personas
sellaron en nosotros.

Y, así, inmensamente ínfimos
en la urbe
intentar adivinar las estaciones
que hemos recorrido, garabateado
el uno sin el otro.

Ese otro, sí que antes,
quizá no tan lejanamente amargo,
gobernamos en las sombras
de pensar que tras la noche
no habría otros días sin sus noches
por cerrarse a cada vera.

Y con los hondos e incendiados soles,
pasando nuestras manos
por las cinturas de libélulas,
oliendo las humeantes azucenas,
respetar los mayos caer tibiamente,
y aquellos abriles perdidos,
y amoratados.

Allí, quedos, con los pies posados
sobre una acera consabida
y sin nombre,
paladear el sedoso letargo
de volver a encontrarse renovado:
renacer y morir en el mismo brevísimo instante
en que dos almas vuelven a alumbrarse
de estrellas afiladas.
Suplicantes, vacías, sentidas.

E imagino las miradas altas,
voraces, bajando descalzas
por los campos de avellanas en flor,
cruzadas,
levantando empalizadas,
tapias donde fusilar el olvido
y encadenarse.

Luego, quizá, la palabra.
Ya casi redonda, voluptuosa,
vivamente casi terminadas en la mente.
Acorralada. Sin rincones.

Ahora, quizá también, la boca traicionera
con la ternura del pensamiento bordeado
y amansado.

Los labios se suman al vals
de este encuentro:
¡poderoso fogonazo de luces!

Y, aquí, orillados en sus bosquejos de dudas,
los labios...
Casi piensan como un ente más,
casi castañean como tu nombre,
rozan la suplica por desvivir
la existencia que los ata.

Claman entre la polvareda de sílabas atropelladas,
temblorosas...
Tú, tú, tú fuiste...
Tú eras, tú eres, quién serás...

Aquí, hallado yo en mi búsqueda,
creí oportuno expresarme:
-Te habitas con la mueca perfilada,
separando tus corpóreas esquinas redondeadas
de las mías.

Noto tu respiración jadeante,
tensa, abrasadora,
como si, como si
fuese avasallada ahora mismo
y poblada de fantasmas,
de una multitud de seres en tu ser.

Al fin, corroboré
lo que no dije
y sí acuñé en cada instancia mía
de punta a punta.

Que fue bueno verte,
aunque todo quedó ahí,
en mi silente boca muda,
calculando cada punto de fuga
de tus ojos
y, quizá, de los míos.

miércoles, 23 de enero de 2008

LUNA, LUNA, LUNERA


Valerosas cometas,
prendedores gorriones sin vuelo,
con temor arquean cejas, brazos,
los seres orbitados y por estelar,
estrellados.

Esperanzador luto que barrunta, asusta,
arde, busca la palabra huidiza, queda.
Palmeral palpitante, hoja de sierra
de los hombres, de las mujeres,
de los animales por rehacerse,
del dolor latente y constante:
las ventanas siguen abiertas,
luna, luna, lunera.

Tiempo y arena,
todo pasó ruborosamente,
calladamente coleando,
suavemente doliéndose,
aún permanece la locuaz espera.

No hay voz de la memoria,
más allá de la existencia
de la propia voz;
palabras bosquejadas,
no asimiladas, derramadas,
por comprender.

Luna, luna, lunera,
se tañe tu alma de la pura palma,
redonda, tensa, blancamente bella,
filosóficamente acabada.

No, no, ancianas muchachas
que miran el velo de las noches al cielo,
riela, apura, pestañean los astros.

Molientes niñitas que gimotean
al grave, brevísimo,
confundiblemente suspirado,
relevo, del viento,
luna, luna, lunera.

martes, 22 de enero de 2008

ANTES DE LA PALABRA, TÚ


Jugando con las palabras, apurando las ajenas. Las escritas por Ismael Serrano y otras enhebradas como un chiquillo por mi. A ti, aunque nunca me leas ni me mires nunca más de frente. Sabré acorralar los silencios que truenan, la risa que se posa en la mía y queda muerta.
A ti, para cuando mis labios vuelvan a ser mi asesino y mi cruel suicida y vuelva a nombrarte.


A ti, para cuando te hallan llevado lejos o estés por llegar. A ti, ¡demonios!, a ti por cuanto se van las edades y la juventud cada vez que te pienso. Y a mi por cuento velo por algo que no tengo...


(...Ella luego te traía a mis manos.
Mi sangre pasaba con su luz por mi boca.
Y yo entonces estaba hablando con alguien
y arribaba el momento en que tu nombre
con mi sangre pasaba por mi labio.

Un instante mi labio, por virtud de su sangre
sabía a ti, y se ponía dorado, luminoso:
brillaba de tu saber sin que nadie lo viera


Oh, cuán dulce era callar entonces, un momento.
Tu nombre, ¿decirlo? ¿Dejarlo que brillara, secreto, revelado
a los otros?
Oh, callarlo, más secretamente que nunca, tenerlo
en la boca, sentirlo continuo, dulce, lento,
sensible sobre la lengua,
dejarlo pasar al pecho de nuevo,
en su paz querida, en la visita callada
que se alberga, se aposenta
y delicadamente se efunde.

Hoy tu nombre está aquí.
No decirlo, no decirlo jamás, como un beso
que nadie daría,
como nadie daría los labios a otro
amor sino al suyo.)

Historia del corazón, VICENTE ALEXAINDRE


Os dejo mi poema:


Si yo canto para recordar
y para saber que aún seguimos vivos
tú tienes que existir,
aunque piense que por soñarte
recuperaré el candor del vuelo
de unas alas rotas, princesa.

Aunque sea mozo
y noble gozo de la libre paloma
para venderme y caer,
siempre donde mi libertad prefiera,
debes de existir, princesa.

¿Quién va a ser mi dueño
cuando ardan las barras de bar?
¿Quién apostará sus mejillas de cera
sobre las mías?
¿Quién te hará preguntas estúpidas
y te hablará con unos codos ebrios?

No te busco princesa:
te he encontrado
porque he seguido tu rastro
de coronas, templos, altares
y pisadas sobre la crujiente
y agrietada nieve.

Tus pequeños pies,
fulgor de la rosa inquietantemente vacía
y encadenada,
han llenado tres mundos, tres.

Y cuatro cofres australes,
con sus días y sus noches,
de pobre vino que has llenado
de uva quemante.

VIVO


"Es por la piel secreta, secretamente abierta,
invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz,
su afán dulce"

Historia del corazón, VICENTE ALEXAINDRE

Os dejo mi poema:


A los corazones rotos, bocanadas.
A las almas vacías, suspiros.
A los cuerpos indelebles, ¡vivo!


De las rosas apagadas, aniquiladas baladas.
De las fraguas abiertas, traición de azucenas.
De las calles partidas, perturbadores amores.


A los adelantados veranos sin otoños, mis inviernos.
A las tinajas murmuradoras por llenarse, mis manojos de brotantes sueños.
A las lágrimas quejosas por desllorarse, mis silencios.


De los esculpidos versos que se ignoran, ¡siento!
A las aladas blancuras de las nieves, ¡áureo!
De las manos por tocarse y desvivirse, ¡cuerpos!
Al temblor de los húmedos recuerdos, ¡muero!

sábado, 19 de enero de 2008

PENSARTE


¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que el abril!


"Calla, calla, princesa --dice el hada madrina--;
en caballo con alas, hacia acá se encamina
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
que llega lejos, vencedor de la Muerte,
encenderte los labios con un beso de amor."


Prosas Profanas, 1986, Rubén Darío


Os dejo mi poema:


¿Dónde hallarte,
dónde empezar a buscarte de nuevo?
Llámame loco,
cuerda locura
que tiende a salpicarme
de una corazonada de humildad.

Es una tensa aparición de conciencia.
Se revela como un beduino
a altas horas de la noche en un desierto
para dar la sepultura a los sultanes de Oriente.

Para qué volver
a atajar las riendas
de los mapas perdidos de tu cuerpo.
Para qué nombrarte
si me deshago entre tu boca y la mía.

A veces pienso que las cosas pasan rápido.
Otras, que detrás de todo está mi huida.
Una huida que pisa sobre sus centellas el lomo.
Una huida que no tiene otro nombre que el de huida
y tras el cual no hay nada más que la desbandada.

Son celdas con rejería de oro, crines vigorosos y altivos,
imperiosas enrededaderas de cándida luz celeste...
Todo, todo, me recuerda a ti, luna mía.

Estabas llena de motivos árabes,
captabas la resonancia de los ecos
entre las noches de mis palabras...

Eras tanto como esa niña que dice ser mía
y ahora te vas,
y ya no me acuerdo de tus labios puros,
frescos, enteramente recortados
por una silueta de jazmines.

Detrás de cada espera siempre has estado tú.
Pero ahora yo tiendo a castigarme
por cómo pude gobernar mis silencios,
mis pequeñas y caladas manos,
mis ojos al posarse en cada labio tuyo,
mi pecho contra el tuyo,
mis adióses esperando un guiño de tus ojos,
tus cabellos que escalan los rayos del sol.

En fin, debo despedirme
con la amargura total
y la distancia del que sabe
que algún día volverás a estar
en mi temblante boca.

Soberanamente adormecida tras la lengua,
con los gestos ya pensados en cómo prepararme
para escuchar de nuevo "¿hola, qué tal estas?"
O quizá eso y nada, o todo a la vez
vuelque su teclado de marmórea acidez
y estalle en mí la cólera del que no puede
empujarse más hacia el abismo de tener más detalles.

En cualquier caso, sueño que volverás húmeda, rezumada,
pálidamente bella y murmuradora,
y, aún así, volverás a hacerme daño con solo tocarme.

sábado, 12 de enero de 2008

CUENTO DE NAVIDAD (PARTE IV)


Parece que la cosa avanza y vamos consumiendo nuestras vocales...Por eso ya os cuelgo la cuarta entrega del Cuento de Navidad. Esta vez es mi gran compañero y amigo "PEPINWEY" (Fco. Javier Sánchez Fernández) el que pone su pluma al servicio de todos los que os acercáis a echar un vistazo...

(La tercera entrega, de Paloma Palazuelos, la podéis ver pinchando aquí: http://conuvedeverso.blogspot.com/2008/01/cuento-de-navidad-parte-iii.html)


Por Fco. Javier Sánchez Fernández, 'PEPINWEY'


...Después de tanto caminar por las calles de Madrid, de días de taberna, de observar al prójimo y aprender -porque nunca se deja de aprender si se observa y se escucha- me vino a la mente, después de haberlo echo, lo que voy a contarles...

Las películas americanas de la navidad y alguna española también en la que se acoje al hombre o mujer que esta en la calle durmiendo, pidiendo y buscándose la vida para poder echarse algo a la boca con esa extremada humanidad perecedera de dichas fechas.

En la época de pillaje que me tocó vivir, solía acudir a restaurantes para pedir de comer lo que me apetecía, siempre con una ética; no acudía a cualquier sitio, sino a sitios en que los precios se puede decir eran prohibitivos y pedía de comer muy amablemente y con un ligero desliz me escabullía y me iba sin pagar.

En ese tiempo mi conocimiento en artículos de la Constitución era básico, por no decir ninguno. Una fría mañana cometí un fatal error. Después de pasar una noche de copas sabía de oídas de un bar-restaurante en el que el dueño no tenía muy buena fama por sus modales.

En ese afán que todo "bandolero" tiene por los retos entre en el bar y a una hora intempestiva le solicité al camarero unos langostinos a la plancha y una botella de rioja entorno a las nueve y media de la mañana. Él me lo preparo; me dispuse a comer tan curioso desayuno, cuando en un break entré al servicio y al salir el camarero estaba en la puerta de los baños.

Creo que fue mi error y con aire de gran enfado me dijo:

-¡Págame!

Yo le dije que se esperase a que acabe mi llantar a lo que el contestó nuevamente "No págame ". Después, le comenté que hiciese lo que quisiera pero que no le iba a pagar. De pronto, apareció la policía y consulto conmigo, y acabe en una fría comisaria al lado de un hombre esposado.

Lo próximo fue el detestable calabozo en el que había varios presos. La vida da esas vueltas. De langostinos a la plancha y buen vino, pasé a una especie de plato precocinado que me dieron a no qué hora -por cierto también gratis, pero incomible-.

Podían mas las ganas de ir a un servicio cosa que tienes que pedir a gritos-, mientras el compañero de al lado de nuestra celda cantaba canciones sobre la libertad. En la nuestra comentabamos los motivos de nuestro encierro y de fondo se oía el partido Barcelona-Madrid. Empataron a dos y enfrente en una ventanita pequeña se veía una gran luna llena. Qué envidia me daba ese pequeño recuadro y lo que había fuera de él.

Bueno, como contaba, expusimos los motivos, me tocó el turno y relaté lo sucedido; alguna sonrisa se escapó y un compañero me dijo:

-Lo que te trajo aquí fue el vino que pedistes. Es un artículo de lujo -me quedé estupefacto-, dijo. Si hubieras pedido agua con ello no te hubiera ocurrido nada.

Después salí a los dos días -no me ficharon- y, transcurido unos meses, caminando por Madrid una mañana me topé con un hombre que me le solía encontrar por Callao. Le pregunté qué tal...

- Aquí a ver si desayunamos.
Y en un arrebato le dije vente conmigo. Él, extrañado, me acompañó. Entramos en un bar y en la vitrina se exponían una gran variedad de sandwhiches y le dije que pidiera y el preguntó ¿seguro? Exclamé un rotundo sí y yo también pedí lo mio... ¿Y de beber, señores?

- Pues dos grandes vasos de agua, respondí al camarero...

viernes, 11 de enero de 2008

PÓRTICO DE NOCHEBUENA, FIDELA


El bosque se mece en soledad
por un tibio empellón estival de cristal.
Los trenes descuelgan las catenarias asesinas
sobre los raíles plenos de viajes sin tregua.

Los árboles se rebelan,
alzan sus puños venosos,
carnean su ira de brotes desenfrenados
por los matorrales espinosos
que arañan a los lobos.

Secos, batidos en alas rotas
desbordan los campos en ciernes y enclaustrados
con sus octavillas de sierra
que dejan caer sobre la afeitada llanura de piedra.

Una mujer enlutada de blanco
deja de oler la sangre escamada
de la montaña resuelta en relámpago dormido.

Los establos crecen diminutos y mudos
entre los meses exiliados
que se escurren entre un cielo partido
en dos mitades calaveras.

Las cartas perfumadas de los amados
desfilan en fila india;
atisban y gobiernan los cuatro puntos cardinales,
retornan aladas
y cascarillean de oriente a occidente
los sultanes de caballos dormidos
en el fondo del mar.

Otra mujer desnuda en temblores
espera al norte de Véneto
en una estación victoriana olvidada,
mientras los bancos caen
en sus opacas patas
de madera afilada por el viento.

Una anciana se encorva
en su tosca silueta de arena
para recoger los clavos de su ataúd.

Uno río de hombres con anillos de sellos,
adherido de azogue lunar,
retuerce sus piernas estañadas.
La capilla de la basílica vieja
centellea sus arbotantes
y deja que los ladrones de guante blanco
cepillen sus dovelas amansadas de rabia.

El rosetón clarea
y recuesta su espalda burbujeantemente pervertida
sobre una luciérnaga de incienso verde.

¿Quién invento, ángel de luz de reo,
los colores sin tonalidades?
¿Qué grises, qué respuestas,
y qué preguntas desatan cada alba?

Dos jinetes llenan sus recipientes de estuco
y derraman una copa de vino
sobre los apellidos de cuba nogalesca,
a la par que una raza de lugareños por nombrar,
catapultada en la sedición
de hilos enebrados en acrílicos,
entonan música cíngara a orillas del Danubio.

El barquero de la sinagoga
aspira un silencio de silencios
para que no lleguen los moros
a la platea de Judea.

Ora sepulta cadáveres
de orfebres lunas resueltas en acacias...
Ora acaba sus días y sus noches
en una pantanosa laguna de plomo...
La nochebuena se suicida
en la copa de un naranjal
y allí brota tu piel de limón pálida
un día tal 24 de algún año...

miércoles, 9 de enero de 2008

CUENTO DE NAVIDAD (PARTE III)


Aquí tenéis la tercera entrega del cuento de navidad que estamos dando a luz los compañeros y yo. Como si fuésemos cada uno pequeños padres nos sentimos orgullosos de este también pequeño haz de escritura. La segunda parte la podéis seguir pinchando aquí para los que no la hayáis leído...http://conuvedeverso.blogspot.com/2007/12/cuento-de-navidad-parte-ii.html .

En esta ocasión, el texto pertenece a Paloma Palazuelos, una chica sencilla y con una templanza que en sus ojos se adivina....Espero que os guste....

Si alguien se atreve a ser feliz...Que cada cual se atreva a lo que desee. Creo que quiero perderme de nuevo...La ciudad se ha llenado de preguntas que le suenan extrañas. Todo lo que debería salvarnos se ha convertido en su contrario y el individuo se estrella en mil y una paredes: el amor ya no hace volar, obstruye.


No se reconoce a los hijos, asfixia. Cuando ninguna carne nos corresponde, dejamos de vernos. Y es que es lo más normal del mundo padecer la soledad en Navidad. Demasiada piel quemada. Pero de la misma manera que olvidas cómo diablos se respira, un pálpito te devuelve a la vida. Poco importa su procedencia: una palabra amable, un pincho de tortilla exquisito, que no se te olvide el paraguas.

Quien soñaba con ser escritor dio un salto de la cama. Dejó de observar el cielo desde su buhardilla para llevarse a un paseo bajo su abrazo por las calles de Madrid. Tal vez fueron más de nueve horas las que se pasó deambulando por la ciudad. Ni siquiera tenía algo en mente. Por primera vez desde hacía años no se inclinaba a reflexionar sobre esto o aquello.


De algún modo, decidió actuar. La idea de que nadie le esperara en casa, de repente, le pareció un alivió en lugar de un pesar. Hasta podía decirse que estaba alegre. En mitad de esa fiesta que sólo él celebraba y que nadie se había ocupado de organizar se tropezó, de la manera más tonta, y tuvo que sentarse un rato en el primer banco que encontró en su camino.


Estaba en la plaza de San Ildefonso, doliéndose, a la par que soltando un par de risitas por el incidente, cuando se acercaron una mujer y su hija que habían parado a comprar un par de porciones de pizza en un puesto callejero. Habían presenciado la caída del joven escritor mientras pagaban y no pudieron evitar acercarse para preguntar si necesitaba ayuda. Cuando levantó la mirada y se encontró con ellas, se sorprendió a sí mismo diciendo:

-Estoy mejor que nunca, no ha sido nada.

lunes, 7 de enero de 2008

CUENTO DE PRINCESAS II


Dos miradas de enamorados en alguna parte.
(Para nosotros, siempre presentes).
Queman sus ojos, queman sus miradas,
nos quema la piel,
y un ser infinito de rabia
que despierta y aletea en la madrugada.

Tú y yo, cabizbajos, agazapados,
sobre nuestras manos.
No quiero tocarte
por si el rumor de tu gestos libres,
cadenciosos y eternos hunden en mi
su espada y su yelmo.

Una pareja se recoge sobre si misma en el Metro:
yo tengo que conformarme con poder sonreirte
sin llegar a besarte, ni verte, todavía, princesa.

Me queda el regusto a café molido.
A ti, un granizado de frutas gramíneas
y de olor a húmeda tierra.
Así fue nuestro cuento de hadas...
Y el que quede por vivir si las hadas dejan...

Una tarde en La Luna, entre sillones acolchados.
Miradas y más miradas.
Tú te tapas la cara,
te esconces, te ruborizas, exclamas.
Apartas tu bolso y tu abrigo.
Por fin, me besas.

Ahora yo imagino un paseo por el Retiro
a media tarde contigo, a dos palmos de mis pasos.
Llueve. Cae despacio, hiela.
Truena la felicidad ajena.
Yo busco la mía en tus labios rosados.
Los árboles curvan sus mancas guadañas sobre mi cabeza
y los chiquillos corretean entre los jardines de tierra y yerba.
Vuelan los sueños, tus cabellos rubios claros
y yo vuelo contigo para siempre.

En el aire, me espolvoreo sobre la hojarasca desnuda
y las vallas de cristal y hierro.
Desde el Palacio llaman a alguien.
Creo que es a ti, princesa.
Aguardan tus pisadas de cobre
y tus desenfrenados pómulos invernales.

Pero yo tengo tus tacones de reina destronada.
Te duelen los pies de caminar desnuda y a tientas:
yo soy tu guía. Tu palabra arraigada, amada: "Te quiero".
Yo soy tu compañero, tu sincera sombra de penas.
Yo te amo en silencio.

Pienso en ti: quiero que estemos juntos un instante,
aunque caigan segundos al cuentagotas
y me desgarre el alma a puñetazos
y en la barra de un bar
mientras los planetas apagan en ceniza las estrellas.

Quiero que cuentes conmigo.
Pero no por dos o tres veces.
Sino para toda la vida.
Para toda una eternidad retenida y a tu lado.

Y, al cabo, solo debo rendir de gracias
por poseer un corpóreo trozo de vida que te echa de menos,
y un alma que cae más allá de tus pies
donde tu corazón lo mira de espaldas
y lo protege callado, mudo, maniatado.

CUENTO DE PRINCESAS


Estaba prohibido el otoño para nosotros
y el invierno era un retoño de claveles
que gemían en tu cintura y la mía.

Yo no paraba de pensar en esos besos "mañaneros"
que me perseguían como frases bondadosas
que se alojaban en mi mente de poeta.

Entre dos cuentos de luna
resbalaban dos o tres mitades de mi
que no acerté a contar y traerlas a tus manos.

Parte de mi también rodaba con tu risa griega
y me reflejaba en tus ojos, en tus huellas
y en tus curvas redondas de dalias
que yo besaba sin parar
y aun así besaba cada beso mio
como si fueran las pisadas de otros
para borrarlas de tu cuerpo.

Dime qué hacer o qué decirte
para recorrer los infinitos limites de tus confines.
Allí donde mi paso se pose
y tome tus raíces de copa rota de adelfa,
tus cuencas de matices róseos, rojizos y de tonos azulados
que barren mi ser y se funden con el tuyo,
te amaré princesa.

Quiero que vuelvas a ser un rumor de batallas apagadas,
de recuerdos inolvidablemente recordables,
un aroma de sábanas encadenadas a nuestras muñecas
para aplacar cada espacio de ti
y alojarte en mi pecho.

Quiero que me regales
un gesto de caricias mundanas
y mil miradas astrales.

Arrastrame a ti, empujame hacia tus huecos:
Quiereme un día
y matame, si quieres, con un baile de cuchillos cada noche,
pero hazme libre recorriendo instantes contigo,
de la mano, princesa.

Porque, sino, te pediré, te soñaré, moriré...
tendré que apagarme con la balada de las rosas
y encarcelarme a un destierro de pisadas sin tus huellas.
Miraré atrás y te diré:
"Princesa, quieta ahí, tus labios o la vida".

domingo, 6 de enero de 2008

Reflejos


Entre tres pasos te he perdido:
no más de a cuatro noches sin sus días.
Quise robarte, soñarte, suspirarte
todo cuanto temías
y yo debía arrogarme.


Cuerpo, mente, ente estúpida de versos
carisma de ostentoso
y plácido taconeo.


Ya no vienen los toros a la cava
vienes sus sienes cargadas
de locas granadas.


Ya te quitan el camastro
y su piel de arcabuz.
Sus rosas y sus pezuñas
cuelgan de un ojo con ira.


Yo soy la mácula y el gobierno de ese ojo
que miran con pena
y no sé si con desengaño
o con ternura apagada.