jueves, 23 de septiembre de 2010

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"Era una pena que hablaba un lustro.
¡Qué digo! ¡Décadas! ¡Un decenio acobardado!
Ver aquel sexo deshecho y humeante pasadas dos horas desde que se había ido, sólo podía rememorarme cataratas, colas de supermercado interminables, genios encadenados en sus aulas, mujeres pasadas de edad con la permanente, gritos, voces, alaridos...Angustia ante una tumba abierta del narrador que falleció tempranamente sin haber acabado su obra."

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