martes, 24 de junio de 2008

Luz dormida


Anoche caí balando
entre las losas destartaladas
y grises de un Madrid cada vez más pobre,
creyendo que era mi cama
y tú, recostada, todavía te hallabas en ella.

Me juré cien veces que cambiaría
en las noches de vino y rosas
y aquellas frías donde no tenía dónde dormir.

Posiblemente mi error fue conocerte
y no poder borrarme tus pasos de mi mente
entrar como la luz ligera
por debajo de la puerta de madera
cuando yo hacía que dormía
y tú te quitabas los zapatos.
Y en ellos, tus pies mudos, soñadores, libres.

Hablamos muchas veces de promesas,
de futuros trabajos y de sueños irrealizables. También de sueños
que algún día cumpliríamos en algún país.
Trabajaríamos y viviríamos en una vieja habitación provinciana,
en un hotel de carreteras tal vez
y dormiríamos en la buhardilla desconchada que nadie quisiese.

Nunca elegiríamos renunciarnos
ni apagar nuestras sombras.
Bajaríamos al portal de la mano,
tocaríamos la hierba aplacada por las gotas de agua
de las jardineras y jardines
que cayeron la noche anterior
de los tejados.

Entonces, soñábamos a ser el otro
y a no decirnos mucho. Pero tampoco nada.
Porque las palabras nos gustaban cuando
salían de la boca del otro
y tú o yo podíamos quebrarnos y atajar nuestros labios
hasta el silencio
y abandonar nuestra suerte hasta el próximo callejón.

Yo viví con la promesa de no despertar
y tener que drogarme cada día
de la luz de las farolas, del empedrado de las calles,
de sentir tus pisadas tras de mí en un paso de cebra,
de encontrar tu rostro en un escaparate liquidado
en las desafinadas cuerdas de los guitarristas callejeros,
debajo de los puentes macizos
resonando los ecos turbulentos.
Non, merci, me dijiste en un abrir de miradas.
O quizá lo inventé.

Dime con todas estas palabras rezumantes
que arden en un papel por caerse a la mesa,
¿cuándo lloverás tú?

miércoles, 18 de junio de 2008

Tu tristeza. A tu lado. Homenaje.


"Un mes de mayo, un mes de abril, no sé que tren perdí. No sé qué tren fue el que perdí. No te supe hacer feliz pero estas cosas son así. Luego llegó la despedida. Luego pregunté por qué me dejas....Ella contestó....Por tu tristeza", Enrique Urquijo.

Un mes que creíste tuyo arrogándotelo.También tu vida al limitarlo. No la poseemos, la etiquetamos por un tiempo. Le ponemos nuestro pequeño sello de cartón. Y nos preguntamos esta y aquella cosa. Y a veces no damos con la respuesta. Y sí con personas que llegan a cubrirnos partes de nuestras dudas. No todas. También aquellas que nos llenan de dudas. Y entonces hablamos de la soledad y de la tristeza, porque como decías no sé hacer canciones felices. Yo tampoco. Las canciones tristes siempre son las más profundas porque tienen mucho que decir. Algo de razón tienes. Tú tenías tu razón y es curioso cómo uno se acerca a esas letras...Cerca, lejos, Cerca, lejos, Cerca, lejos. Más cerca, Más lejos. Hasta siempre.

Me gusta perder la voz entre otras voces
y que se me oiga aunque tú no lo sepas
y luego me veas dormido en los coches.
También me drogué comprando promesas,
y en los bancos fríos, en sus costados de plomo y hierro macizo.

Apenas tuve que blindar mi puerta
y levantarme por la mañana
para darme cuenta de que ya nunca estabas.
Tener tu cuerpo caliente y tus calientes manos,
abrasarme al tacto, caerme en la profundidad de tus ojos,
y ser atravesados por ellos: resucitar, volar y hacerse uno libre.
Perderse entre la gente y sentirse especial.

Tantas, tantas cosas que no volverán
y se irán con mis cenizas,
que debo decir que rompí todos mis poemas.
Los de tristeza, los de penas, los de abandono,
aquellos en los que dos almas estaban juntas,
se separaban, y se volvían a reunir también entre las hojas secas
de un parque olvidado. Como un sueño roto cosido con los alfileres que nos alejaban.

Desde hoy algo ha empezado.
Algo que se retuerce entre las miradas que se cruzan.
Miradas impersonales, de gente que se conoce solo por sus locos vestidos locos.
Llenos de colores, de sin sabores.
Es tiempo de revisarnos, de examinarnos, y de compartir sueños.
Pero a tu lado.

lunes, 16 de junio de 2008

No me ofrezcas otro trato


No me ofrezcas otro trato.
No me regales una ofrenda:
sella mis labios sin labios,
con moneda o sin ella.

Teje de madrugadas
un archipiélago de cielos enrejados,
vete y asomate al abismo
del sol y la sombra encadenada
que se quedó en mis costados.

Cruje la escarcha y la nieve dormida,
al paso lento y sinuoso,
como rompían las sábanas que serpeaban
entre tu cintura y la mía.

Se acuesta el caballo de la aurora,
y la virgen de la bata de cola,
ruedan las manos sobre otras manos,
y yo, perdido, ya no reconozco las mías.

Muge el campo elevado,
se parte la hierba blanda y áspera,
se levanta la poderosa fuerza de la naturaleza,
sella, ahora, mi boca, niña.

Descalzarse. Sólo leelo.


No hace falta escribir mucho, ni tan siquiera bien. Basta con saber encadenar unas buenas palabras, tal vez sencillas, que nos enseñaron cuando fuimos al colegio. O quizá también hacer algo con aquellas otras que estaban escritas en un viejo papelote que un compañero de fatigas nos pasó. Arrugado, lleno de manchas de lápiz y borrones, que alguien, tal vez también un viejo escritor, escribió con su lacónica pluma. Pero también aquellos olvidados fonemas estaban en un libro que le cojimos a nuestra madre o a nuestro padre de la estantería de casa. Estaba allí, casi pidiendo que le abriera y sacudieran su alma. Sí, te hablo de sus páginas, de su polvorienta voz que tanto clamaba.Y tú, inocente de ti, fuistes al día siguiente con aquellas frases lustrosas a enseñárselas a tu compañero o a la chica que te gustaba de clase...¿Mira qué cosa más bonita?

Luego, cuando nos hicimos más mayores tal vez eran las chicas las que escribían, recopilaban versos o extractos de libros. Pasajes de algún autor de moda, oraciones con gancho y que ellas se cuidaban muy mucho de transcribirlas a sus cartas perfumadas...Si todavía no sabes de que te hablo te daré alguna pista más. Me cuesta poner nombre mis pulsaciones, al latido de mi alma añeja y cicatrizada. Duele, sí, y abre sus costuras cada vez que alguien se acerca a echar un ojo. Por eso te mando esto. Para que lo leas, para que simplemente veas que son tres o cuatro párrafos de alguien que tomó cierto gusto por la escritura. No es nada, pero bueno es todo a la vez. Simplemente tengo la sensación de que, en ocasiones, me cuesta ser sincero. ¿Todavía no sabes de qué te hablo? Bueno, en fin, atiende. Cuando uno va haciéndose más mayor cree que se hace más complejo. Que es más maduro, que ha visto más cosas. Y, sin embargo, te has parado a pensar alguna vez porque nos conmueven las cosas más sencillas. No, ¿verdad?

Pues después de darle muchas vueltas creo que es porque somos más simples de lo que nos creemos.Una sonrisa, una mirada, un helado con tu cucharita, una compañía femenina durante una tarde de paseo, una cerveza en un bar, no tan lleno, un chiste, un comentario, alguien llamado como tú, alguien que no se llame como tú, pero tenga tu forma...¿Sabes ya de que te hablo?

miércoles, 11 de junio de 2008

PALABRAS CRUZADAS


Agarrar las últimas ramas de coraje,
y vencer de corales el viento.
Con los dos pies, y sin ellos,
caminar con paso firme y severo,
y a la vez no ver mis pisadas.

Escribirte, entre medias y letras
y frases por acabar.
Y decirte,
que aún me siento sólo,
e inmaduro,
y temprano.
Algo así como un chiquillo falto de cariño,
algo así como cuando tú me miras
y yo no me muevo,
y soy tu guía,
y yo tan sólo lo fingo.

domingo, 1 de junio de 2008

MIEDO


Tengo miedo. Miedo a tener miedo. A no desprenderme de este miedo absurdo y cruel. El miedo como tu compañero inseparable, como tu camarada y traidor consejero. Como tu mejor amigo entre bar y bar. Miedo como tú. Miedo como yo. Yo soy miedo. Yo aparto el aire centelleante y miedoso para no verte y huir. Para ver y huir de miedo. Para convertirme en miedo y escabullirme desnudo entre la lluvia. Para pasar frío. Para no pasarlo. Para ser indiferente a las tormentas, y a la soledad. Para no tener miedo un instante. Para tenerlo toda la demás vida.

Miedo ¿porqué eres miedo? Miedo por qué te hallas y desapareces cuándo te calzas de luto. Miedo, una vez más, ¿porqué? ¿A dónde se fueron tus respuestas? ¿Tras tu manta de sombras? ¿Sobre tus pliegues? ¿En tus costuras? Miedo, ¿qué forma tienes, miedo? Te escribo, entre dos lunas rotas, entre los meses partidos y perdidos de su singladura y nombre de esencia. Miedo, da igual que no me escribas. Yo sí lo haré. Vete con tu nombre puto y manoseado. Con tus ramas de sueños, alimentadas de limones relucientes y madrugadas acabadas. Miedo vete, miedo. Cómo suenas. Descalzo, libre, austero, prójimo, ágil, tortuoso, dúctil, redondo. MIEDO.

Tu miedo, el miedo de aquel que pasa anudado en una bufanda caminando firmemente pero a la vez agazapado en si mismo. El miedo de la gente, el miedo de las propias calles porque las habiten y no se queden solas una madrugada tan solo. El miedo cuando bajas del coche y sabes que otra noche has vuelto a equivocarte. El miedo que se hallan entre las gotas purpúreas de neón en los vasos de cristal a las cuatro de la mañana en un garito de mala muerte. El miedo por pensar que mañana será otro día y no quieres que lo sea. El miedo porque sea precisamente otro día y tú quieres que sea ayer.

Dilo, sí. Pronuncialo con tus labios enteros y apagados. Miedo. Entre el vino, entre tres puros, entre dos cigarrillos a medio consumir. Entre las manos temblorosas, carnosas y sembradas de venas. Miedo, entre tú y aquél de allá. Entre dos almas, o tres. A no contar con nadie. A contar contigo mismo. A contar contigo sólo. Miedo por querer y no ser querido. Miedo por sincerarte y hallarte en un penal sin pena.

A la soledad. Ahora que la soledad está sola...MIEDO. A todo. A quedar tumbado sobre una noble acera, apoyando tus mejillas sobre un charco ruinoso y un pavimento desolador. A mirar el mundo plano y vertical. A la altura. A mezclarte entre la gente y perder tu identidad. Miedo a emborracharme y ser otra persona. Miedo a no emborracharme y serlo igualmente. Miedo a escribir estas palabras y saber que una parte de mi mutó y se quedó entre ellas. Miedo a casi todo lo que no conozco y a todo lo que ya si me arrancó la piel. A la cama sola, al trabajo mecánico y desquiciante, a las miradas indiferentes, a la correosa entrada de saludos, a las despedidas, a tener el adiós en tus labios para siempre inmóvil. A no quedarte entre los demás, a quedarte y no hallarte presente....A sangrar nuevamente y cruzar la ciudad entre luces, felicidades y sonrisas.

Hasta siempre, te dejo estas líneas...¿Qué tienes? ¿Miedo?