viernes, 30 de mayo de 2008

Si todavía me lees


Echo de menos echar de menos,
tanto como nombrar un apellido
de uva madura.
Un vino afrutado y revoltoso, tal vez también.
Echo de menos decir adiós,
y con él las palabras que caen
entre las rodillas huesudas y solitarias.

Pero permíteme contarte algo,
acaso te robaré cinco minutos
de tu atesorado tiempo.
Ven, acercate, toma asiento:

Jamás pensé que las promesas
volverían a abrir su sutura,
en algo prometo,
en algún día,
en algunos pasos entre rosas de otoño,
entre algunos cuerpos tumultuosos
y cálidos.

Todavía concibo aquellas tarde de chiquillo
en el encerado de la escuela,
el olor de las tizas cuadradas y polvorosas.
La profesora levantar la mano,
dejarla caer,
su mirada reprobadora y huidiza
entre otras miradas.
Todo lo que aún no se fue de mi.

Tanto como decir tanto y todo a la vez.
Tanto como aplastarte contra mi pecho
y decirme que aún soy pequeño.
Y jugar con ese viejo balón, casi de trapo,
casi temprano, casi desinflado. Y tan real.

El olor a tierra mojada.
Los autobuses venir a acostar sus mugidos.
Las nubes pobladas de alboradas,
de pinceladas malvas y pálidas otras.
Tantas, tantas cosas que vendrán a mi memoria
en carros. Pero llegarán.
Despacio, amargamente cansadas,
pero tan vivas y feroces como antes.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Evohé


Uno debe aprender a confiar en nadie. Debe no confiar en alguien. Ni en uno mismo. Esto quizá suene duro, pero es la puta realidad. Ser hosco a veces te lleva a encontrarse consigo mismo. Para mi, no hay dudas. A veces, uno templa sus ánimos y la cólera que siente por un amigo perdido, por un trabajo que se pierde tras un barrunto de insultos o cualquier estupidez más y termina por sentirse peor al final. Luego, ya te dije, si no no estaría contándote esto ahora, una lata de cerveza, un sillón, una ventana junto al mar.

En fin. Bueno junto al mar, no. Junto a la ventana, pero será más de lo que hubieras podido imaginar en una mierda de día. Mujeres mayores, no tan mayores, con sus feos vestidos y sus feas sonrisas de mediodía. Pero a ti, que te dejen en paz. Ahí estás, evohé. Tomando tu birra de media mañana, pensando en tus cosas. Sin trabajo. Libre. Liebres que saltan delante de ti. Otras cojean. ¿Y qué? ¿Te sientes peor por decir lo que piensas? Olvidate de eso. La grandeza de la vida es encontrar la propia grandeza en las cosas que haces. Aprendelo. No hay más. Y quien te diga lo contrario, será un gilipollas toda su vida. El arte no admite lindezas aunque la gente las plasme en sus "obras". El arte admite la propia grandeza del arte. Se tiene o no se tiene. Se nace o no se nace.

Macera tus ideas, moldea tu estilo, tu arte o lo que coño puedas hacer con tu mente o unas manos mancas, pero ¡eh, amigo! ¿y si no tienes el duende? Estas muerto, aprendelo. Te escribo esto mientras llaman al timbre. Consigo levantarme después de palparme la raja que atraviesa mi vientre. Todavía sangra. A nadie le importa. Tampoco me importa que no le pueda importar a nadie. Será alguien con sus pesadas caricaturas de risas para decirme tal o cual cosa o pedirme consejo. ¿Porqué no le echas un vistazo a estos poemas Javi, creo que puede salir algo bueno? Así todos. Así todo. Enciendo un cigarrillo. He conseguido sacar un par de líneas buenas. Lo imprimo en mi vieja HP. Tómalas. Son tuyas. Abro una cerveza. Me despido. ¿Quieres?...

martes, 13 de mayo de 2008

Good night, Good luck


Me tiró dos libros de Bukowsky y me dijo que así era él. Vamos, que era lo que decían los libros. Creo que una parte de su alma se quedó en esos libros como luego se quedaría también una parte de mi. Lo cierto es que hizo sentir como un trozo de mierda pero muy vivo. A veces pienso que habito en los demás por etapas. A tragos. Entre posos de cerveza, ahogando aquellas penas que tenían más gloria que muchas victorias. Al menos, las victorias que yo había sido capaz de saborear. Siempre andando de aquí para allá sin saber a donde pero siempre teniendo presente que era mejor no mirar para atrás y seguir siendo la misma masa de carne y huesos que movían los sentimientos. Carnaza. Ehhhhhh! ¿Y qué? ¿desde cuándo hay historias con finales bonitos o feos? No hay historias, coño. Hay vidas que se cruzan y siguen su camino. Piénsalo. Como yo lo pensé cuando te escribía estas líneas. Buenas noches.

jueves, 8 de mayo de 2008

Historia de barra


Una llamada al móvil,
una tensa voz que se agita y entrecorta.
Después, la lluvia, rielan los toldos
azuzados por un tibio viento de otoño
mientras desaparezco
pisando los charcos
que anegan las aceras de Madrid.

Un viejo bar de carreteras,
mi rostro desfigurado: el espejo roto por la mitad.
Taburetes viejos también,
andrajosos rieles que sostiene mi copa.

Tengo la mirada cansada de no mirar.
De ver sin mirar.
Levanto la frente y ahí está ella:
la gran jefa de rostro ceñido y enjutos labios.
De prendas acunadas en sus sinuosas caderas de burdel.

Tres beben, yo miro.
Miro la copa, bebo mitad;
vuelvo a beberla hasta terminarla
y terminar yo conmigo
en esta historia de barra.