lunes, 16 de junio de 2008

Descalzarse. Sólo leelo.


No hace falta escribir mucho, ni tan siquiera bien. Basta con saber encadenar unas buenas palabras, tal vez sencillas, que nos enseñaron cuando fuimos al colegio. O quizá también hacer algo con aquellas otras que estaban escritas en un viejo papelote que un compañero de fatigas nos pasó. Arrugado, lleno de manchas de lápiz y borrones, que alguien, tal vez también un viejo escritor, escribió con su lacónica pluma. Pero también aquellos olvidados fonemas estaban en un libro que le cojimos a nuestra madre o a nuestro padre de la estantería de casa. Estaba allí, casi pidiendo que le abriera y sacudieran su alma. Sí, te hablo de sus páginas, de su polvorienta voz que tanto clamaba.Y tú, inocente de ti, fuistes al día siguiente con aquellas frases lustrosas a enseñárselas a tu compañero o a la chica que te gustaba de clase...¿Mira qué cosa más bonita?

Luego, cuando nos hicimos más mayores tal vez eran las chicas las que escribían, recopilaban versos o extractos de libros. Pasajes de algún autor de moda, oraciones con gancho y que ellas se cuidaban muy mucho de transcribirlas a sus cartas perfumadas...Si todavía no sabes de que te hablo te daré alguna pista más. Me cuesta poner nombre mis pulsaciones, al latido de mi alma añeja y cicatrizada. Duele, sí, y abre sus costuras cada vez que alguien se acerca a echar un ojo. Por eso te mando esto. Para que lo leas, para que simplemente veas que son tres o cuatro párrafos de alguien que tomó cierto gusto por la escritura. No es nada, pero bueno es todo a la vez. Simplemente tengo la sensación de que, en ocasiones, me cuesta ser sincero. ¿Todavía no sabes de qué te hablo? Bueno, en fin, atiende. Cuando uno va haciéndose más mayor cree que se hace más complejo. Que es más maduro, que ha visto más cosas. Y, sin embargo, te has parado a pensar alguna vez porque nos conmueven las cosas más sencillas. No, ¿verdad?

Pues después de darle muchas vueltas creo que es porque somos más simples de lo que nos creemos.Una sonrisa, una mirada, un helado con tu cucharita, una compañía femenina durante una tarde de paseo, una cerveza en un bar, no tan lleno, un chiste, un comentario, alguien llamado como tú, alguien que no se llame como tú, pero tenga tu forma...¿Sabes ya de que te hablo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que hablas de la compañía, de la necesidad de establecer relaciones de cualquier tipo con los demás.... eso entiendo. Saludos.

Jorge Muñoz