jueves, 19 de noviembre de 2009

Cuerpo a cuerpo


Hoy es un día tibio
Y yo creía conocer
La forma en que la humanidad
Toca un cuerpo desnudo.
Hay flores de barro sobre las losas de madera
Y comida en la encimera,
Labios sobre el parqué de la sacristía
Del pequeño piso del ateo.
Afuera, la vida animal
Sigue siendo una bestial rama seca que murmura
Y pasa sin darse cuenta
Junto a la esencia que tienen las caderas
De una mujer que se escapa
Por la puerta en un café de otoño
A media mañana.
Bebo un pequeño sorbo
De la taza robada
Y paso junto a las puertas de los trabajos
Que tienen impresionadas
Las caras de la gente esperando una receta
Tras los cristales,
Un consejo,
Una palabra savia,
Tal vez, una prolongación de su mismo ser.

Todavía no me he movido de mi asiento,
Pero ya estoy lejos de las frases
Y de aquello que a uno parece acercarle
Al resto, al común, a la masa,
Cuando se orillan las cenizas
Del cigarro que se han caído junto al café.
Puedo ver cómo se encorva
Un licor perfumado sobre el aire
Y hace sus bosquejos
Y tala de ideas
Y se traga las gargantas.
Hacen lo propio campesinos
Que van cortando lentamente el talle de la hierba
En una tierra lejana
Y nadie dice nada de su calamidad.
Doy una larga calada,
Serpenteo el plato con las yemas
Como buscando un mundo que quiere cerrar su círculo
Y cada día me digo
Dónde estoy y para qué.
Me parece que es un movimiento sensitivo
y puramente instintivo
que he debido de encerrar con llave
en un momento que no me es cercano.
Hay una voz que se mezcla al salir a la calle
Entre ropa y aceras
Y dice reconociblemente: ¡migajas!
Le pido que cierre los ojos
Aunque me supone un esfuerzo mayúsculo
Dirigirme a unos labios ajenos
Que empañan el mediodía.
-Suelta las palomas,
Viértete,
Pero convéncete de que yo ya no soy aquél,
La descabellada revolución del tormento,
La pequeña nave de cuco,
La ventanilla en la estancia abuhardillada
.

No importa, no hay respuesta.
Ha sido un buen mendrugo de sonidos separados, pienso,
De letras que parecen dormidas
Y nos habitan
Y un día vuelven a no querer abandonarnos.
Y me las he quedado,
Las he poseído por un momento
Y he sido su único gobernante:
Sólo yo las he escuchado.
Creo que todavía hay un cuerpo caliente
En alguna habitación de pensión
Que me llama a pesar de su niñez acumulada
Y que ha mandado al traste su coraje
Y su orgullo.
Me imagino un cuerpo que debía de conocer
Y ya, al cabo de los años, el tiempo ha pasado sobre él
Sus manos de amianto
Y ha puesto el tatuaje del sexo en sus labios.
Ha sembrado una hilera de membranas de saliva,
esa tinta estentórea,
el secreto de las abadías en tus límites.
Ya, ya lo sé,
En fin…
Dos cuerpos que no se recuerdan,
Dos rostros, de antes, al revés, frágiles, demasiado,
De memoria.
-Hay trabajo en el establo.
Despierta de este manso sueño
,
Dice otra voz a lo lejos.


1 comentario:

azul posible dijo...

Este poema es tremendo, demasiado.
Hoy me contienen estas letras, estos estados que tan bien sabes decir. Y me ha aporreado mas de un final de estos versos (ah, sí, la poesía duele, el alma duele, ser-no-ser, ser-dejar-de-ser, duelen!).
Con el mundo dedibujado (hoy lo traigo así, desdibujadas las cosas que siento importantes), una leve forma recupero entre tus líneas, pero solo para reconocer lo vacío que esta todo alrededor.
mmmmm, supongo que hoy es mi no-luna o luna nueva.
Y al otro lado, allá, cómo está Bruselas amigo?