viernes, 5 de octubre de 2007

VIDA



Un día sientes
Que el tajo de la navaja
Está detrás de tu alma
Y no quiere hacerse viva
Pero vibra y reluce de dolor.

En ese instante
Los pueblos del camino duermen
Alojados en sus balcones.
Y uno perece,
Tendido, y para siempre,
Con su corazón sincero y abierto.

Después viene el entierro,
Y el luto de mil colores,
Todos menos el negro,
Porque la pena
Murió ya en sus adentros.

La espera tardía es triste,
Y descorazonadora,
Porque tiende la mano
Sin tensarse de punta a punta,
Calmada,
Y sin esperanza.

Cuando el cuerpo brota
Otra vez de la tierra,
El infinito es nuestro,
Y nuestra juventud
Otro largo caminar.

Viene, entonces, el ramaje de la luna,
Y el cabello de caracolas
Y el azúcar de las olas
A mecernos y acunarnos en su orilla
De parte a parte.

El niño se hizo joven
Y éste con sus sueños vive
Y a él le dan muerte.
Crece y se desvanece
En el cáliz rociado de caminos,
Con sus amores y sus destinos
Plagados y paridos de luces.

Y, aunque madura, la espera permanece,
Y se agiganta
Con el eco de las sombras que perdió
Y un beso que guardaba en su lista
Y nunca dio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Después viene el entierro,
Y el luto de mil colores,
Todos menos el negro,
Porque la pena
Murió ya en sus adentros.

Javier, un poema con el sabor amargo que lamentablemente nos deja el crecer.
Profundo, muy bueno, un placer acompañarte con mi lectura.
Un cálido saludo

Anónimo dijo...

Javier, la vida es un camino largo, lleno de sorpresas... a veces nos golpea, a veces nos brinda sus caricias, y por él habremos de transitar con el corazón y los ojos abiertos, para tratar de que valga siempre la pena... un buen poema que deja su huella en el alma... recibe mi beso cariñoso que apriete mi amistad en tus mejillas.

Anónimo dijo...

Me paso por esta vida y dejo un abrazo fraterno,