jueves, 8 de mayo de 2008

Historia de barra


Una llamada al móvil,
una tensa voz que se agita y entrecorta.
Después, la lluvia, rielan los toldos
azuzados por un tibio viento de otoño
mientras desaparezco
pisando los charcos
que anegan las aceras de Madrid.

Un viejo bar de carreteras,
mi rostro desfigurado: el espejo roto por la mitad.
Taburetes viejos también,
andrajosos rieles que sostiene mi copa.

Tengo la mirada cansada de no mirar.
De ver sin mirar.
Levanto la frente y ahí está ella:
la gran jefa de rostro ceñido y enjutos labios.
De prendas acunadas en sus sinuosas caderas de burdel.

Tres beben, yo miro.
Miro la copa, bebo mitad;
vuelvo a beberla hasta terminarla
y terminar yo conmigo
en esta historia de barra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una triste historia que casi todos conocemos, gracias por recordárnosla. Un abrazo. Or.


Orlando Santana Cabrera