viernes, 21 de enero de 2011

El crimen de la velocidad de los años
es santo y seña del suicido,
de los siglos, de su diéresis.

¿Para qué sirve el anonimato bajo tierra?
¿Por qué hemos derramado la tristeza bajo el quinto sol?
¿Por qué andan las plegarias en vela?
¿Por qué estallamos el vástago verso
de los hombres que aún padecen?

¿Para qué la ultimísima respuesta cuando haya amanecido
sobre todo esto,
sobre la calavera de abril
en un otoño anarajando y sin palabras?

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