miércoles, 12 de marzo de 2008

De la nada, tú


Espera, no te vayas.
Intenta abrir los ojos de nuevo.
Siéntate a mi lado. No, no tan lejos.
Apoya tus codos sobre la mesa, más, más cerca.
Inclínate. Contén tu respiración.
¿Lo notas? Es húmedo, vaporosamente noble.

El silencio se esconde tras las sílabas
arrancadas a la boca.
La mudez cobra su llanto de esencia.
¿Te das cuentas? Es perceptible, sincero, tenaz.

Amo este momento. Creo que lo guardaré
en mi pequeño frasco de recuerdos.
Ahora, ven, quédate por fin.
Mírame a los ojos. Relaja tus manos.
Así, muy bien, despacio.
Mira las mías: voy a dejar que comulgue
tu roce con el mío.

No te asustes. Son cálidas, rezumantes,
acaso, antaño, tunantes. Pero firmes.
Perfecto, casi te noto, casi no vive
la separación entre ambos. Ya casi eres yo.
Ya casi soy tú. Durante un instante.

Ahora un poco más, casi más que antes. Ríes.
Tus yemas, las mías, casi juntas, casi hermanas,
casi alboradas.
Cada falange, cada dedo oscurecido y tenebroso, huidizo,
vuelve a cobrar vida propia. Yo lo noto también.
Te noto, no lo comprendo. Los siento breves
y esplendorosamente vivos. Irracionales, terribles.

Es un placer verte sonreír. Volverte a ver hacerlo.
Tu boca se ensancha, se expande en su fugacidad.
Tu risa galopa, me corteja, acarrea otras risas.
Tus manos se quiebran, se astillan sobre sus músculos,
muerden vibrantes los fulgores del rocío quemante.
Tu alma rebosa. Yo acudo a ti. Vivo, vivamente muerto
para volver a verte vivir.
Pura, infinita, casual, casi plena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amo este momento. Creo que lo guardaré
en mi pequeño frasco de recuerdos.

Un delicioso poema, Javier. En tonos cómplices con el lector, me ha encantado.

Lidia B. Biery
Directora del Grupo Transoceánico de Poesía Pura