viernes, 18 de julio de 2008

CONSIDERACIONES


Todos poseemos un gran enigma pero quizá el mejor de todos es saber si uno está enamorado de alguien. Están los amores de la niñez, con sus flechas y sus miradas orondas y atónitas; los juveniles, de pecho y fuerte músculo, de carretera de bicicletas y veranos tumbados al sol en una toalla; aquellos más locos y más pobres, de harapientos bolsillos y alma noble, los de la madurez; aquellos otros, también, de la semejanza por ir cumpliendo año tras año, y no por menos no ser aquellos en los que no se pierde el corazón y, tal vez, la cabeza. Y los que queden por llegar y relatarte o quedarme con la pluma en la mano y los labios sin despegar ni entonar la saliva. Pero supongo que estar enamorado es, sobre todas las cosas, encontrarse con su propia locura.

Llamarla a la puerta, entrar sin ser recibido y correrse una buena juerga junto a ella. Entretenerse en los sueños estando despierto y envejecer con promesas sentado una tarde a solas consigo mismo. Es algo así, diría yo, como un juego de máscaras en el que no has sido invitado pero te da igual porque ambos apareceréis. Y si quieres entumecer tu vida y relajarte, qué mejor que el hambre de los pobres y a acudir al encuentro del otro. El amor debe ser, según sospecho, una migaja de pan puesta frente a dos frentes y dos bocas hambrientas. Visitarnos en sigilo y con la compañía del otro. Aclarar nuestros pasos y pisar las baldosas entre sus canales y no tener miedo a caernos. Entender el amor ya es otra cosa, pero ahora no he venido a hablarte de amor propiamente.

Me entenderás en breve. Vengo a hablarte de su ciega y tierna locura. Amor es no descartar la palabra imposible de tus ojos ni de tus labios. No poder ver más allá de los hombros de la otra persona, de sus coderas y sus hombreras en un traje de chaqueta de lana. Ver su cabello caer y moverse a un ritmo lento y a la vez tan obsceno. Contemplarse y pensar que la gente sobra y vosotros también quedaréis excluidos en un abrir y cerrar de ojos. Amar es irse por el camino de ida y llegar a la frontera del dónde sin preguntar el emplazamiento nunca antes y después del camino. Aquí no caben dudas, la reina es la más seductora y linda. Aquí no caben dudas, porque, si he de elegir, te quiero cerca, cerca y cada vez sin menos espacio. Yo no elijo amar como no lo eligen la mayoría de los mortales. Ni los sueños, que nos son sellados como en un viaje turbulento, casi como comprado en un boleto, cuando optamos por esta y por aquella cama, y por esa almohada. Y ¿qué me dices de esas gotas finas de lluvia en una tormenta de verano? ¿Acaso no son la tinta que carga tu pluma y te da vida para seguir escribiendo por ella?

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