martes, 16 de septiembre de 2008

Taquillera de barrio


Tenía los ojos grandes
Como uno de esos muñecos olvidados de zaguán
Con los que solían jugar tus ‘viejos’,
O tal vez como una de esas taquilleras que no pueden abrir los ojos
Por el humo, por el cansancio,
O más bien porque no les apetece.
Siempre andan rastreando con sus ojos apagados
La máquina de los tiques.

Tenía pinta de llamarse Dolores, Susana,
O cualquier otro nombre de funcionaria
Con una corona de espinas imaginaria colgando de sus hombros.
Así la imaginaba yo.
Y una mañana me la encontré, de pronto,
Trabajando en una panadería de barrio,
Con las manos manchadas de harina,
Mientras contaba las cuatro monedas
que había en la caja registradora.

Y entonces fue cuando recordé
Aquel momento en que salí a la calle
Con un cigarro a punto de caérseme de los labios,
Con un cielo azul encenizado y los barrotes de los portales helados.
Recordé también las palabras de un filósofo urbanita
Que durante un tiempo fue amigo mío.
Vivía en uno de esos cuartos calientes por noches
Que se alquilaban en Lavapiés.
- “Un día saldrá y te enamorarás de esta sucia ciudad con todos sus complejos”

Y entonces fui a enamorarme de una taquillera del centro.
Para entonces me daba igual
si era una chica de barrio…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido poeta Javier, el amor son sorprende siempre, y es que él es el único sentimiento limpio que nos mueve.

Bendiciones, me encantaron sus letras.

Maricruz

Anónimo dijo...

Tiernísima descripción de un flechazo, Javier, de suave lectura y de una musicalidad casi prosaica. Le agradezco su trabajo creativo, poeta.

Mis saludos.

José Luis Marcial