miércoles, 24 de septiembre de 2008

Cuando uno empieza a nacer



A veces se me olvida que mis labios se convierten en ceniza.
Que llevo miles de razones grabadas en mi mente
Y ninguna en un papel que no pueda perder.
Me abrumo con los pasos errantes
Que doy determinadas mañanas en que me despierto
Y creo ser otra persona.
E imaginar con un trabajo mejor, con una cama caliente
Y con cientos de cosas que no significan nada
-Si quiera en la palma de la mano-
Pero todas ellas me limitan
Si las dejo caer.
No te vayas de este cuerpo. No tengo cura.

Ya vendrán noches más frías,
Ya vendrán rodando en el calendario
Con sus fechas sin nombre y sabor.
Insípidas y a la vez tan presentes.
Ya vendrán…y ya tendré que acostumbrarme
Si me dejas caer.
Ojalá que tu cama herida esté de guardia como un centinela
En cada madrugada robada y furtiva.
Inocente, dije yo.
Fugitivo, huidizo…
Expatriado de un dolor y de una alegría.
Y ahí se quedaron mis gestos.

Comencé a paladear una olvidada canción gaché,
Y a nacer en primavera en todas las estaciones,
En los vagones de tren.
Allí donde las sombras escribían las historias de las camareras
Que trabajan de noche.
Putas, conserjes, chulos, mendigos, abandonados a la muerte…
Allí empecé a nacer…
En sus ojos, en la suerte que tienen como postales de viaje,
En sus bonos al infierno de cuatro paredes al caer las lunas desteñidas
O al aire libre sin poder respirar.

Manta al hombro, siguiendo los pasos de los fúnebres inmigrantes,
crujieron las baldosas.
Trasnoché y dormí en el corazón de las paradas de autobús.
Sellé cada calle de Madrid como si fueran calas.
Jugaba a ser un príncipe en mi gran soledad ajada.
Y una simiente de luceros en vela acabó por palpitar en mis poros.
Papel en mano, paré y me senté a pie de un camino.
Al filo de una maleta de cuero raída.

Y así imaginaba escribirte en las calles
Y besarte en cada portal.
Una historia que pasa en las mejores ciudades.
Tal vez esperaba impaciente la llegada de unos labios
Que tenían el brillo de una cueva de estrellas por comulgar a un grito.
En realidad, cuando migraba por encontrarme a mi mismo
No me daba cuenta de que ya estaba solo y besando la soledad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Manta al hombro, siguiendo los pasos de los fúnebres inmigrantes,
crujieron las baldosas.
Trasnoché y dormí en el corazón de las paradas de autobús.
Sellé cada calle de Madrid como si fueran calas.
Jugaba a ser un príncipe en mi gran soledad ajada.
Y una simiente de luceros en vela acabó por palpitar en mis poros.

Papel en mano, paré y me senté a pie de un camino.
Al filo de una maleta de cuero raída.
Y así imaginaba escribirte en las calles
Y besarte en cada portal.
Una historia que pasa en las mejores ciudades.
Tal vez esperaba impaciente la llegada de unos labios
Que tenían el brillo de una cueva de estrellas por comulgar a un grito.
En realidad, cuando migraba por encontrarme a mi mismo
No me daba cuenta de que ya estaba solo y en soledad.




Javier, me da igual si es prosa o no, excepcional a todas luces
hay mucha verdad y sinceridad en este magistral poema
que tengo que decirte que se me ha hecho corto, mi admiración
y respeto, abrazos poeta, Tori.

Anónimo dijo...

Amigo, da gusto leer este tipo de prosa poema, me dejaste con ganas de seguir, bello, muy bello
Un abrazo, Monica

Mónica Suhurt

Anónimo dijo...

a JAVIER


Papel en mano, paré y me senté a pie de un camino.
Al filo de una maleta de cuero raída.
Y así imaginaba escribirte en las calles
Y besarte en cada portal.
Una historia que pasa en las mejores ciudades.
Tal vez esperaba impaciente la llegada de unos labios
Que tenían el brillo de una cueva de estrellas por comulgar a un grito.
En realidad, cuando migraba por encontrarme a mi mismo
No me daba cuenta de que ya estaba solo y en soledad.


COMULGO CON TU ESTILO DE ESCRIBIR, SUELTO, LIBRE, TODOS ANDAN DETRAS DE UNA ESTRELLA QUE INCREIBLE

Ricardo Pablo Franco
Grupo Austral de Poesía Pura
Argentina

Anónimo dijo...

A veces se me olvida que mis labios se convierten en ceniza.
Que llevo miles de razones grabadas en mi mente
Y ninguna en un papel que no pueda perder.
Me abrumo con los pasos errantes
Que doy determinadas mañanas en que me despierto
Y creo ser otra persona.
E imaginar con un trabajo mejor, con una cama caliente
Y con cientos de cosas que no significan nada
-Si quiera en la palma de la mano-
Pero todas ellas me limitan
Si las dejo caer.
No te vayas de este cuerpo. No tengo cura.



Javier, excepcional poema me reafirmo, un abrazo, Tori.

Bismark Estrada dijo...

Que final para este poema Javier...

Es estupendo...

Me gusta esa forma en la que nace desde adentro el poema...

Me ha gustado mucho.

Este esta en el foro de pura?

Lo buscare de todos modos...

Saludos.

Bismark.