jueves, 26 de marzo de 2009

Poema para no acabar con el alma



Aquella mujer nació para robar sonrisas

Y poner las suyas sobre seres inanimados

Y le dijo que el fin último del hombre es la felicidad:

Era una verdad aristotélica.

Bueno, no con esas palabras

Pero venían a pronunciar ese significado de inocencia.

Un eslabón que debía de pasar

Por un estado salvaje y triste antes,

Pensó para sí.

Pero algo no terminaba de cuajar

Como una fina capa de nieve caída entre horas

Y gotean, sin embargo, algunas pequeños sueños

Que se mezclan con delirios sobre el tapete de copas

apoyadas en la barra,

ya vueltas de un sesgado color amarillo,

Cada noche de lunes,

cada martes a media mañana

Y el resto de días entre semana

En que uno entra en contacto consigo mismo

Para conocerse un poco más

Y alejarse del resto de seres

Que se mueven y bambolean

Con sus calladas miradas

Y arrastran también sus calladas sombras.

Y allí está él,

Con sus labios empapados en whisky doble,

Con el palpito insaboro del anterior trago.

Tom bebe lento para que no se le acabe

Y alguien dentro de poco no pueda tener el detalle de

invitarle a otro estupendo viaje regado en un par de hielos.

Las personas pasan a su alrededor y reparan en él

Como un gran mueble viejo que hace las delicias

Para los demás al ver que todavía se mueve

Y es capaz de mostrar algo de su antigua y nueva belleza

Que poseen los objetos olvidados.

Pero Tom no es demasiado bueno

Ni demasiado malo para la gentes,

Es simplemente un tipo que nació para escribir

Y desvió su vida a realizar

Todo tipo de cosas

Durante las horas de luz

Para abandonarse a la escritura

Ahogando su soledad en cerveza

Y vino barato,

Pagando su habitación ratonera y su pensión

Con un puñado de euros

Ganado con su esfuerzo.

Pero aquella mujer de labios sonrosados

De redonda cara y cuerpo esbelto

Le había robado una parte

Que nunca antes había encontrado

Entre el nido de pieles sobre el que tendía a protegerse.

Una sonrisa de locura,

Capaz de arrancar por un momento

La boca, los ojos y todos lo sentidos

Dormidos y borrachos, apagados en otro tiempo,

Y que ahora empezaban a abandonar el cadáver

Del cuerpo presente de Tom.

Las manos cogieron un lápiz,

Y empezaron a golpear el arrugado y viejo bloc de notas

Sobre el que solía apuntar cosas pequeñas

Y poco a poco a escribir algo.

Las hojas eran casi diminutas,

pero en ellas cabían algunos poemas de gran calidad.

Ni siquiera rimaban y no quería que lo hicieran,

Simplemente salían solos,

Como raídos, estaban allí

Cada vez que se levantaba tras una tremenda resaca

Y algunas velas repartidas por el suelo

Y mientras oía el traqueteo de la lluvia de Bruselas,

Una ciudad que quería reflejarse en sus baldosas

Y solamente consiguió ser una gran mole de acero,

Hormigón y algunas partes de cristal.

Y cuando escuchaba todos estos sonidos en silencio

Que a la gente común no le expresaban nada,

Miraba una pared tendido sobre una silla

De su escritorio, con las manos entrelazadas

Detrás de la nuca, luego pasaba su vista por el techo

Y siempre se reunía con sus pensamientos

En las maravillosas tardes en que aquella

Profesora de la gran sonrisa

Le llevaban a Tom de la mano

Para pasear por las avenidas y los parques

Aunque cayese una lluvia infernal.

Ella nació para robar de los cementerios

Los crisantemos a todas las tumbas,

Pensó Tom.

Y yo por ahora pienso en el suicidio,

Soy una parte de este mundo loco

Que ya murió por dentro hace tiempo

Pero necesito esa motivación,

Esa risa de espanto, de dolor, de rabia contenida,

De alegría, de tristeza, de júbilo, explotando en mis oídos...

Pensó en todas aquellas cosas que esa sonrisa

Le daría para su vida y para su futuro

Y en que debía de conseguirla en algún momento

Aunque esta vez tuviese que atajar la cordura

Y hacer una gran estupidez para poder

Hablar el mismo idioma que aquella chica

Que vivía en los barrios altos

De esta burguesa ciudad.

Y entonces fue como me enteré de la historia

Y cuando decidí arrogármela

Y pensar que yo también era parte de ella

Porque yo también era un chico solitario

Que vuelve a ser como un niño

Cada vez que escucha una gran carcajada

Y me levanto de mi tumba

Para mirar esa sonrisa

Que solamente los ‘pequeños’ llegar a tener

Cuando aún su alma no esta tan corrompida

Como la nuestra.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo por ahora pienso en el suicidio,
Soy una parte de este mundo loco
Que ya murió por dentro hace tiempo
Pero necesito esa motivación,
Esa risa de espanto, de dolor, de rabia contenida,
De alegría, de tristeza, de júbilo, explotando en mis oídos...
Pensó en todas aquellas cosas que esa sonrisa
Le daría para su vida y para su futuro
Y en que debía de conseguirla en algún momento
Aunque esta vez tuviese que atajar la cordura
Y hacer una gran estupidez para poder
Hablar el mismo idioma que aquella chica
Que vivía en los barrios altos
De esta burguesa ciudad.
Y entonces fue como me enteré de la historia
Y cuando decidí arrogármela
Y pensar que yo también era parte de ella
Porque yo también era un chico solitario
Que vuelve a ser como un niño
Cada vez que escucha una gran carcajada
Y me levanto de mi tumba
Para mirar esa sonrisa
Que solamente los ‘pequeños’ llegar a tener
Cuando aún su alma no esta tan corrompida
Como la nuestra.



Javier, aunque es extenso no tiene desperdicio
magistral, un abrazo, Tori.

Anónimo dijo...

Y me levanto de mi tumba
Para mirar esa sonrisa
Que solamente los ‘pequeños’ llegar a tener
Cuando aún su alma no esta tan corrompida
Como la nuestra.

**

Como platicando Javier has logrado resumir una historia que rematas en versos sabios
Leticia de Santos

Anónimo dijo...

Hola Javier, llevo leyendo lo que escribes algún tiempo pero nunca me atreví a dejarte ningún comentario hasta ahora. Me recordó a alguien que conozco... Nunca he creido que algo así pueda escribirse sin una verdadera "fuente de inspiración" o un amigo, primo o alguien cercano que te haga partícipe de tal historia. Enhorabuena!!
Elvira DL