domingo, 1 de marzo de 2009

A S.P. Extiende tu mano


Aquí ando,
con una copa de buena cerveza como única compañera.
Sábado por la noche: todos se han ido a celebrar la vida
y hay algo que termina de escapárseme.
Ya no digo a mi vista o al tacto,
sino a la comprensión.

Algo no debo de entender,
pero siempre
me quedo con palabras sueltas, bebiendo,
dejando que vaya naciendo la magia sola
como de una chistera.

Y te escuché el otro día decir
que por alguna razón
que nunca me contarías
te sentías a solas
y se me olvidó preguntarte
si esa soledad
era como un gran cuarto oscuro
o un grito
en el que nunca había entrado
a pervertir la luz
o era más bien una grandeza
guardada entre tanta gente
y si te hallabas mezclado con todos ellos
haciendo lo que los demás.

Tú, ya sabes: reírme, comer, vestirte, dormir, hablar
a su manera.
Ya me conoces, y debo de ser algo raro,
aunque a mi me gusta decir que soy una persona
confundida que no comprende este mundo.

Ya ves, me acuerdo de ti, levantando una pequeña jarra
a altas horas de la noche.
Pero no es un recuerdo de compasión, ni de amor,
ni de cariño lastrado.
Es algo así como que me siento como un ángel
con ganas de ayudarte mientras mis dedos no se quebranten.

Y mientras la Duvel siga haciendo su trabajo todo irá
mejor. Mucho mejor.
Pues llegado cierto momento
vienen a mi mente esos desorientados perros callejeros
con largas barbas,
dichosos en su desdicha, apoyados
en columnas de una ciudad que creían conocer
pero fueron demasiados valientes
y se vieron bebiendo y orinando cada noche
encogiéndose de hombros.
Pero siempre con la jodida mano extendida.

Rue de la Loi, con miradas tristes, altas, redondas,
como si estuvieran pagando por algo que cometieron
hace tiempo y que no adivino a saber qué es.
Acercarse a la mirada de un mendigo
te hace reflexionar más que
la frase de cualquier filósofo de masas.

También te supongo no fijarte en ellos cuando
paseas por Madrid. Hay muchos conserjes
de noche en las calles de Madrid,
esperando una litrona antes que un bocadillo caliente.

Y voy y me encierro en la habitación
y es como un mecanismo de defensa.
Las palabras están locas. Este chico esta loco.
Empiezan a salir las letras como un gran libreto de ópera
olvidado en un baúl. Pero se quedan ahí.
Me digo: "Javi, nunca llegarás a ser bueno,
pero sigue haciéndolo porque quizá tus nietos
puedan vivir al menos dos semanas
con la mierda que escribas".
Y eso me reconforta.

Cada vez digo menos a la luz del flexo
porque tengo la impresión de que todo esta dicho,
aunque también ocurre que creo que tengo
algo que los demás no tienen,
pero tendré que descubrir qué es.
Estamos perdidos.
Todo hombre tiene un talento oculto
con el que uno tropieza a veces...
y ¡zas! cambio de rumbo:
comienza a ser él
sin ni siquiera antes haberlo pensado.

Luego cuando agrupo todo esto en cuartillas,
en alguna hoja no tan perdida apareces tú
o tú nombre. Tan vulgar y, sin embargo,
tan temido.
Martilleando, acabando de parir en mi cabeza
cómo eras o cómo solías ser
con ese pequeño gran flequillo alisado
y la sonrisa de luna
para hacer olvidar las noches
y perder la absoluta noción del espanto
que a veces me asalta.

Ce moi, te dije que soy un ángel
aunque otras te dije que soy un genio.
No creas ninguna de estas dos cosas y sí la mitad
de ellas. Al menos, tendrás una verdad a medias.
Te sientes sola, pero no
como un perro callejero capaz de comenzar esa vida
de no saber a dónde ni a quién pedir comida.
Luego en el fondo todos guardamos una pequeña
mentira para apiadarnos de nuestra cobardía.

Te dije una y otra vez que lucharas con tus armas:
tu risa de plata, tu tono altisonante la voz queda,
tus ojos esperando una respuesta
y al tiempo teniendo la suya propia.
Extiende la mano como queriendo que alguien pose
una pequeña parte de su grandeza o tristeza en ti,
su corazón, su alma, tal vez, y lo junte sobre la tuya
si todavía no sabes cómo llamarlo.
Comienza a caminar. Hace mejor tiempo hoy.
Los chicos de la calle empiezan a vender su mierda
con las primeras horas de la mañana.
Los tenderos sacan sus hortalizas en las esquinas.
Las casas de apuesta y de billares se pasan los clientes
como un negocio pactado a horas.
Todo funciona a la perfección:
el tranvía ya llega para dejar a los primeros
madrugadores en sus trenes o escaleras de metros,
mientras éstos desbancaran a más personas
en cada bocanada de estación.

Yo, por si acaso, no me esfuerzo mucho,
pero hoy madrugué para sacar mi cuerpo por la ventana
y fumarme un purito,
y te aseguro que desde hace tiempo
no se me olvida
por si unos ojos que se han perdido entre tanta gente
buscaban mi mirada o quizá mi mano.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Te has vaciado por completo en esta confesión tan amarga como esa cerveza solitaria de sábado. Sigue extiendiendo tu mano, porque tal vez sea hoy el día encuentres a esa persona que andas buscando.
Me alegro de haber encontrado tu poesía.
Besos, María.

Anónimo dijo...

Y te escuché el otro día decir
que por alguna razón
que nunca me contarías
te sentías a solas
y se me olvidó preguntarte
si esa soledad
era como un gran cuarto oscuro
o un grito
en el que nunca había entrado
a pervertir la luz
o era más bien una grandeza
guardada entre tanta gente
y si te hallabas mezclado con todos ellos
haciendo lo que los demás.

ESTUPENDO POEMA SOBRE LA SOLEDAD.
Siempre es un placer leer tu obra, estimado poeta Javier. El tema de la soledad ha dejado fortuna en manos de escritores y poetas y tú lo has logrado con la maestría poética que te caracteriza, amigo

mi cariño y respeto
mariluz

Anónimo dijo...

No sé si como dice Maria, tu te has vaciado, pero puedo asegurarte que yo me he llenado con tu palabra, me ha parecido impresionante, mágica, y aunque se sienta algo de dolor o amargura en su fondo, es perfecta
Me ha gustado mucho leerte
Un abrazo, Stella


Carmen Parra Ruiz

Anónimo dijo...

Cada vez digo menos a la luz del flexo
porque tengo la impresión de que todo esta dicho,
aunque también ocurre que creo que tengo
algo que los demás no tienen,
pero tendré que descubrir qué es.

Interesante monólogo esta prosa. Uno de esos textos cuya temática uno encuentra con frecuencia en los blogs. Cosas que en ese universo “blogero”, todo mundo más o menos relata, cada uno a su manera, para confrontar su propio egocentrismo --dicho esto en el buen sentido, pues todos somos egocéntricos--, con el mundo real. La constante cuestión de ser o no ser… alguien y en que campo... Buen texto. Enhorabuena.

Iben Xavier Lorenzana

Anónimo dijo...

Extraordinario poema, Javier, te animo a continuar con esta indagación que obtiene resultados tan estimulantes. Felicidades! Un abrazo.

Pedro Casas Serra

Anónimo dijo...

Javier he disfrutado leyendo este poema que asume como inevitable la cita desgarrada con la vida que nos incomoda( es un eufemismo). Ha sido un placer leerte. Tu poema me parece importante y valioso. Un abrazo.
Manuel

Anónimo dijo...

Siempre es un placer leer tus obras Meilyn