lunes, 16 de marzo de 2009

Saldando cuentas


Tengo la impresión de estar subido en un grandísimo tiovivo, con sus caballos y miles de luces en el techo girando lentamente arriba y abajo, viendo las sonrisas de la gente pasar y enlazar sus manos para después, tras una gran carcajada, soltarlas y enseñar sus dientes de marfil. Para mi, la vida es un idilio póstumo. Siempre pienso que llego tarde a los sitios, tarde a las citas, tarde, tarde, tarde...A todo. Aunque allí esté, puntual, clavado como un árbol seco y quejumbroso peleando a la contra. De momento, es una gran noche y todo vuelve a su curso. Es la ilusión y la verdad de los buenos bebedores. No sé cuánto tiempo durará este efecto desvaído en el que no tengo que atajar ningún problema, salvo beber un buen trago. Tú debes de estar ya acostada. Yo todavía creo que me quedaré un rato aquí diciendo mis propias verdades. Tú podrás luego escucharlas a través de estas letras si quieres. Ya sabes, los borrachos y los niños nunca mienten. Me siento como los segundos atrapados en el cuerpo de un hombre sediento. Pero sólo son eso: palabras. Luego nunca nada es como acostumbramos a imaginarnos. Tú me entiendes.


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