miércoles, 15 de julio de 2009

Camino hacia dentro


Hasta entonces
no había
distinguido
lo que
era
de mi estricta
propiedad.

Pero no
me refiero
a esas cosas
que uno tiende
a ponerlas
nombres
de animales,
o de muebles,
porque duran
en el tiempo.

Otras personas,
el tiempo,
la bebida,
la tristeza,
los procesos
de selección
de personal,
las secretarias
de empresas,
los cajeros automáticos
y sus tickets,
la gente que era
como yo. Hasta entonces.
El insomnio,
los compositores
de Leipzig,
encender
grandes velas
blancas
sobre botellas
de vino blanco
y descorchar
vino tinto
y escribir
poemas a las
cuatro de la mañana.
Todo eso .
Todo ese todo
o alguien
me ha robado
las lágrimas.

Sé que parece
simple
pero el hondo vacío
de los pasillos
se ha llenado
de preguntas
que empiezan
inquiriendo
más de la cuenta
y no sé
en qué clase
de persona
inexpresiva
he llegado
a ser.

Tumulto.
Pálpitos.
Pasos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí que te has puesto intimista, sí. Todo sensibilidad, aquí o en Bruselas.