jueves, 16 de julio de 2009

Perro malherido


Viendo
a nadie
ver,
a las personas
les quedan
los instintos
de los animales.

Incluso a aquellos
otros
que dejaron
de creer
en el individuo
porque antes
sí que creían
en él
y, decían, eran
sumamente autocríticos.

Ya sabes aquello
del estúpido comunista
con 50 años
qué es
y qué fue
de su juventud.

Uno se conforma
creyendo
en la purga,
en el anonimato
de las capillas
a pie de calle,
y no es así
como el irreverente
sonido
que se pierde
en un patio interior,
tras la ventana
de mi casa,
cuando
mi vecina
abre la suya
y suena
como un
maldito
perro malherido
y tal vez
piense
que ya no es
y antes sí era.

Pero la vida
se le ha agotado
para poner
entonces
sonido
o letra
a los infiernos
que hay
en su
caja de truenos
mientras
está tirado
sobre el asfalto.

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