lunes, 7 de septiembre de 2009

Aquello


Una más,
otra noche más
en que te nombro
y escribo tu voz
con minúscula.

Me estorbo,
aprendiendo de la claridad lunar
en una noche despejada
que sabe a ausencias y truenos
mendigos y futuro
bajo el toque de queda.

Una vez más,
oídme
todos aquellos
en que, tras un ruego,
huelga decir, perdón, luego,
habitáis las camas con las formas declinadas,
los cuchillos con la sangre de sus enemigos
y las tronas de una vida
que se esgrime
y solloza a latigazos.

Una vez más
la voz es una
y el grito múltiple,
arrinconando a todos los muebles
de la casa en que me hallo,
dejando ver las luces
tras las puertas de madera,
huyendo del despiste
y de las miradas atronadoras,
calentando las manos
que han de nacer
en tu vientre,
en tus senos,
en tu mirada,
en tus caderas de luna.

Una vez más
te llamo para que vengas
a recordarme como me llamo,
cuáles son mis apellidos
de aquel libro adulto
que se desprende cada hoja
de mi pasado
en un barrio chico,
porteño,
donde las generaciones
que han de venir
chocan violentamente
contra un fuego
que habría de encender
cada noche
hasta quitarme tus recuerdos
bajo un beso ácido,
perifrásico,
delatado,
tremendamente fonético.

Una vez más
te escribo
para que venzas mi cansancio,
el tuyo,
o tal vez nada,
pero una vez más
te escribo,
para que me cortes la mano,
para que te marches lejos
de un cuerpo calcáreo,
moribundo,
arrestado,
encajado en una piel de huesos,
y a la vez te quedes conmigo.

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