Perdón por la línea muda. Por los dientes picados sobre las comas. Por los signos de interrogación sobre las vocales. Por todo lo que tenga que nombrar y mis abarrotadas manos de sin razón no sepan, no quieran. Por los viajes, en los cáñamos de las playas, donde estén; por los reyes a destronar sobre balsas migrantes; perdón, otra vez más, porque hiciste en mi, amén, un mundo mejor y no supe gobernar.
Los soldados y los niños mueren en Kabul; en Herat; hay ingleses tomando té de Ceilán; burgueses de nueva burla y bula papal tomando lenguas de arena y haciendo de la ‘nueva’ civilización un viejo orden; hay vacunas que no llegan para la malaria en África y bocas que a dentelladas también se comen el grito. Por eso mi voz también es una cuerda en la penumbra bajo un viejo sol que se resiste a morir.
Los soldados y los niños mueren en Kabul; en Herat; hay ingleses tomando té de Ceilán; burgueses de nueva burla y bula papal tomando lenguas de arena y haciendo de la ‘nueva’ civilización un viejo orden; hay vacunas que no llegan para la malaria en África y bocas que a dentelladas también se comen el grito. Por eso mi voz también es una cuerda en la penumbra bajo un viejo sol que se resiste a morir.
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