sábado, 12 de enero de 2008

CUENTO DE NAVIDAD (PARTE IV)


Parece que la cosa avanza y vamos consumiendo nuestras vocales...Por eso ya os cuelgo la cuarta entrega del Cuento de Navidad. Esta vez es mi gran compañero y amigo "PEPINWEY" (Fco. Javier Sánchez Fernández) el que pone su pluma al servicio de todos los que os acercáis a echar un vistazo...

(La tercera entrega, de Paloma Palazuelos, la podéis ver pinchando aquí: http://conuvedeverso.blogspot.com/2008/01/cuento-de-navidad-parte-iii.html)


Por Fco. Javier Sánchez Fernández, 'PEPINWEY'


...Después de tanto caminar por las calles de Madrid, de días de taberna, de observar al prójimo y aprender -porque nunca se deja de aprender si se observa y se escucha- me vino a la mente, después de haberlo echo, lo que voy a contarles...

Las películas americanas de la navidad y alguna española también en la que se acoje al hombre o mujer que esta en la calle durmiendo, pidiendo y buscándose la vida para poder echarse algo a la boca con esa extremada humanidad perecedera de dichas fechas.

En la época de pillaje que me tocó vivir, solía acudir a restaurantes para pedir de comer lo que me apetecía, siempre con una ética; no acudía a cualquier sitio, sino a sitios en que los precios se puede decir eran prohibitivos y pedía de comer muy amablemente y con un ligero desliz me escabullía y me iba sin pagar.

En ese tiempo mi conocimiento en artículos de la Constitución era básico, por no decir ninguno. Una fría mañana cometí un fatal error. Después de pasar una noche de copas sabía de oídas de un bar-restaurante en el que el dueño no tenía muy buena fama por sus modales.

En ese afán que todo "bandolero" tiene por los retos entre en el bar y a una hora intempestiva le solicité al camarero unos langostinos a la plancha y una botella de rioja entorno a las nueve y media de la mañana. Él me lo preparo; me dispuse a comer tan curioso desayuno, cuando en un break entré al servicio y al salir el camarero estaba en la puerta de los baños.

Creo que fue mi error y con aire de gran enfado me dijo:

-¡Págame!

Yo le dije que se esperase a que acabe mi llantar a lo que el contestó nuevamente "No págame ". Después, le comenté que hiciese lo que quisiera pero que no le iba a pagar. De pronto, apareció la policía y consulto conmigo, y acabe en una fría comisaria al lado de un hombre esposado.

Lo próximo fue el detestable calabozo en el que había varios presos. La vida da esas vueltas. De langostinos a la plancha y buen vino, pasé a una especie de plato precocinado que me dieron a no qué hora -por cierto también gratis, pero incomible-.

Podían mas las ganas de ir a un servicio cosa que tienes que pedir a gritos-, mientras el compañero de al lado de nuestra celda cantaba canciones sobre la libertad. En la nuestra comentabamos los motivos de nuestro encierro y de fondo se oía el partido Barcelona-Madrid. Empataron a dos y enfrente en una ventanita pequeña se veía una gran luna llena. Qué envidia me daba ese pequeño recuadro y lo que había fuera de él.

Bueno, como contaba, expusimos los motivos, me tocó el turno y relaté lo sucedido; alguna sonrisa se escapó y un compañero me dijo:

-Lo que te trajo aquí fue el vino que pedistes. Es un artículo de lujo -me quedé estupefacto-, dijo. Si hubieras pedido agua con ello no te hubiera ocurrido nada.

Después salí a los dos días -no me ficharon- y, transcurido unos meses, caminando por Madrid una mañana me topé con un hombre que me le solía encontrar por Callao. Le pregunté qué tal...

- Aquí a ver si desayunamos.
Y en un arrebato le dije vente conmigo. Él, extrañado, me acompañó. Entramos en un bar y en la vitrina se exponían una gran variedad de sandwhiches y le dije que pidiera y el preguntó ¿seguro? Exclamé un rotundo sí y yo también pedí lo mio... ¿Y de beber, señores?

- Pues dos grandes vasos de agua, respondí al camarero...

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