jueves, 24 de enero de 2008

EL ENCUENTRO


Me pregunto si el destino
volverá a ponernos
uno frente al otro,
arrebatándonos con fiereza
-con el hurto más noble-
las sonrisa que otras personas
sellaron en nosotros.

Y, así, inmensamente ínfimos
en la urbe
intentar adivinar las estaciones
que hemos recorrido, garabateado
el uno sin el otro.

Ese otro, sí que antes,
quizá no tan lejanamente amargo,
gobernamos en las sombras
de pensar que tras la noche
no habría otros días sin sus noches
por cerrarse a cada vera.

Y con los hondos e incendiados soles,
pasando nuestras manos
por las cinturas de libélulas,
oliendo las humeantes azucenas,
respetar los mayos caer tibiamente,
y aquellos abriles perdidos,
y amoratados.

Allí, quedos, con los pies posados
sobre una acera consabida
y sin nombre,
paladear el sedoso letargo
de volver a encontrarse renovado:
renacer y morir en el mismo brevísimo instante
en que dos almas vuelven a alumbrarse
de estrellas afiladas.
Suplicantes, vacías, sentidas.

E imagino las miradas altas,
voraces, bajando descalzas
por los campos de avellanas en flor,
cruzadas,
levantando empalizadas,
tapias donde fusilar el olvido
y encadenarse.

Luego, quizá, la palabra.
Ya casi redonda, voluptuosa,
vivamente casi terminadas en la mente.
Acorralada. Sin rincones.

Ahora, quizá también, la boca traicionera
con la ternura del pensamiento bordeado
y amansado.

Los labios se suman al vals
de este encuentro:
¡poderoso fogonazo de luces!

Y, aquí, orillados en sus bosquejos de dudas,
los labios...
Casi piensan como un ente más,
casi castañean como tu nombre,
rozan la suplica por desvivir
la existencia que los ata.

Claman entre la polvareda de sílabas atropelladas,
temblorosas...
Tú, tú, tú fuiste...
Tú eras, tú eres, quién serás...

Aquí, hallado yo en mi búsqueda,
creí oportuno expresarme:
-Te habitas con la mueca perfilada,
separando tus corpóreas esquinas redondeadas
de las mías.

Noto tu respiración jadeante,
tensa, abrasadora,
como si, como si
fuese avasallada ahora mismo
y poblada de fantasmas,
de una multitud de seres en tu ser.

Al fin, corroboré
lo que no dije
y sí acuñé en cada instancia mía
de punta a punta.

Que fue bueno verte,
aunque todo quedó ahí,
en mi silente boca muda,
calculando cada punto de fuga
de tus ojos
y, quizá, de los míos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que fue bueno verte,
aunque todo quedó ahí,
en mi silente boca muda,
calculando cada punto de fuga
de tus ojos
y, quizá, de los míos.


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Que bueno fue encontrarte hoy y leer tus versos
Especialmente en el final, siguen mis ojos.

Recibe un abrazo
Lucero

Anónimo dijo...

Cada vez entiendo menos este mundo de poesía que hemos elegido y que creo nos hace disfrutar.
He leído detenidamente el poema, y aunque he de reconocer que en momentos me he perdido, en otros he renacido como el ave fénix, rodeado de unos versos inmensos.
Ello me hace pensar que quizás no seamos justos a la hora de juzgar lo que leemos o de no leer lo que el "desconocido" nos propone. Es una pena, una verdadera pena, a la vez que una cruda realidad.
Este poema, aunque con sus altibajos, merece la pena ser leído, darse a conocer, porque no solo los genios son capaces de realizar grandes obras, ellos también tienen sus momentos oscuros, los llamados del montón, los mal llamados del montón, tenemos cosas que enseñar, a veces, como es el caso, excelentes y muy interesantes.
Me ha gustado Javier, el conjunto me ha gustado mucho, y los versos finales de veras que me han encantado.
Quito el injusto cero.
Un saludo.

Alejandro Costa López
Grupo Mediterráneo 9 de Poesía Pura
Valencia