lunes, 7 de enero de 2008

CUENTO DE PRINCESAS II


Dos miradas de enamorados en alguna parte.
(Para nosotros, siempre presentes).
Queman sus ojos, queman sus miradas,
nos quema la piel,
y un ser infinito de rabia
que despierta y aletea en la madrugada.

Tú y yo, cabizbajos, agazapados,
sobre nuestras manos.
No quiero tocarte
por si el rumor de tu gestos libres,
cadenciosos y eternos hunden en mi
su espada y su yelmo.

Una pareja se recoge sobre si misma en el Metro:
yo tengo que conformarme con poder sonreirte
sin llegar a besarte, ni verte, todavía, princesa.

Me queda el regusto a café molido.
A ti, un granizado de frutas gramíneas
y de olor a húmeda tierra.
Así fue nuestro cuento de hadas...
Y el que quede por vivir si las hadas dejan...

Una tarde en La Luna, entre sillones acolchados.
Miradas y más miradas.
Tú te tapas la cara,
te esconces, te ruborizas, exclamas.
Apartas tu bolso y tu abrigo.
Por fin, me besas.

Ahora yo imagino un paseo por el Retiro
a media tarde contigo, a dos palmos de mis pasos.
Llueve. Cae despacio, hiela.
Truena la felicidad ajena.
Yo busco la mía en tus labios rosados.
Los árboles curvan sus mancas guadañas sobre mi cabeza
y los chiquillos corretean entre los jardines de tierra y yerba.
Vuelan los sueños, tus cabellos rubios claros
y yo vuelo contigo para siempre.

En el aire, me espolvoreo sobre la hojarasca desnuda
y las vallas de cristal y hierro.
Desde el Palacio llaman a alguien.
Creo que es a ti, princesa.
Aguardan tus pisadas de cobre
y tus desenfrenados pómulos invernales.

Pero yo tengo tus tacones de reina destronada.
Te duelen los pies de caminar desnuda y a tientas:
yo soy tu guía. Tu palabra arraigada, amada: "Te quiero".
Yo soy tu compañero, tu sincera sombra de penas.
Yo te amo en silencio.

Pienso en ti: quiero que estemos juntos un instante,
aunque caigan segundos al cuentagotas
y me desgarre el alma a puñetazos
y en la barra de un bar
mientras los planetas apagan en ceniza las estrellas.

Quiero que cuentes conmigo.
Pero no por dos o tres veces.
Sino para toda la vida.
Para toda una eternidad retenida y a tu lado.

Y, al cabo, solo debo rendir de gracias
por poseer un corpóreo trozo de vida que te echa de menos,
y un alma que cae más allá de tus pies
donde tu corazón lo mira de espaldas
y lo protege callado, mudo, maniatado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ME ENCANTÓ, POETA. UN ABRAZO FUERTE

Anónimo dijo...

ahora es cuando te exijo que me dejes ser tu representante cuando por fín te decidas a escribir en serio!!!