miércoles, 23 de enero de 2008

LUNA, LUNA, LUNERA


Valerosas cometas,
prendedores gorriones sin vuelo,
con temor arquean cejas, brazos,
los seres orbitados y por estelar,
estrellados.

Esperanzador luto que barrunta, asusta,
arde, busca la palabra huidiza, queda.
Palmeral palpitante, hoja de sierra
de los hombres, de las mujeres,
de los animales por rehacerse,
del dolor latente y constante:
las ventanas siguen abiertas,
luna, luna, lunera.

Tiempo y arena,
todo pasó ruborosamente,
calladamente coleando,
suavemente doliéndose,
aún permanece la locuaz espera.

No hay voz de la memoria,
más allá de la existencia
de la propia voz;
palabras bosquejadas,
no asimiladas, derramadas,
por comprender.

Luna, luna, lunera,
se tañe tu alma de la pura palma,
redonda, tensa, blancamente bella,
filosóficamente acabada.

No, no, ancianas muchachas
que miran el velo de las noches al cielo,
riela, apura, pestañean los astros.

Molientes niñitas que gimotean
al grave, brevísimo,
confundiblemente suspirado,
relevo, del viento,
luna, luna, lunera.

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